Historia de VIHDA 3: Carmen (nombre protegido)
Carmen es una mujer de 59 años, vive en una ciudad de la sierra ecuatoriana, madre de 10 hijos e hijas, uno de ellos fallecido y abuela de 14 nietos. A pesar de las dificultades de la vida y del estigma y discriminación en torno al VIH, Carmen ha aceptado su condición y goza de buena salud.
Gracias a Carmen (nombre protegido) por compartir su historia.
Yo ya tengo 20 años con eso (VIH). La primera vez me enteré porque tenía el estómago flojo, me fui al centro de salud y me hicieron los exámenes. Al principio no tenía el apoyo de mi esposo, me dijeron que tenía que irme a Quito y ahí empezaron a darme el tratamiento.
La verdad tuve bastantes contratiempos con un doctor que me trataba mal. Yo vendo en el estadio y una vez que tenía consulta médica no pude ir. Fui al otro día y el doctor me lanzó la carpeta, me mandó afuera y yo salí llorando.
Después empecé a tener apoyo de mi esposo y mis hijas. Una vez fui con uno de mis hijos que todavía está soltero y ahí fue que me trató mal. Yo le dije al doctor, no sea malito, atiéndame porque no tengo plata. Recuerdo que una licenciada me ayudó.
Ahora me atiendo en el hospital de mi ciudad, mi esposo se murió. Yo fui donde la licenciada y le rogué para venirme acá y ella me dijo: si usted desea hable con su familia a ver qué le dicen. Yo soy de escasos recursos.
Para mí es muy buena la atención aquí, yo no tengo porqué quejarme ni de los doctores, ni de la licenciada. Yo les digo a mis compañeros, si nos dan la ayuda de los medicamentos y nos aconsejan, es para nuestro bien.
Una vez sí hice esa estupidez de coger el medicamento y guardaba en una funda. Yo no sabía que salía en los exámenes que no tomamos los medicamentos, entonces mi esposo me acompañó y le avisó a la licenciada, pero ella nunca hasta ahora me ha dicho con groserías, ella me ha dicho que eso es para mi bien.
La verdad ahora estoy muy bien, tomo el medicamento y doy gracias a mi Dios y a mis compañeros que me dieron apoyo, pero más a las licenciadas, que han sido más que amigas para mí.
También he tenido bastantes problemas, una vez me quise quitar la vida. La esposa de un hijo me hizo de menos, le ha dicho a mi hijo que yo soy una enferma, que eso le puedo contagiar a su hijo y que no quiere que vaya a la casa porque si comen del mismo plato le puede contagiar. Yo me sentí muy mal, pero mi esposo que todavía vivía me dijo no te sientas mal, que yo mismo salga adelante. La licenciada también me dijo que me valore y salga adelante y es la verdad, ahora me siento bien, como si no tuviera esa enfermedad.
Yo a veces sí me he puesto a llorar y llorar, pero mis hijos me decían no llores mami porque eso te hace daño y voz tienes que vivir para vernos a nosotros, deja no más que hablen. Yo digo solamente mi Dios sabrá lo que hace, yo estoy tranquila y no le voy a dar el gusto a ella de decaer, voy a salir adelante.
De ahí, me mandaron donde una sicóloga, yo le dije a la licenciada, que solo los locos van allá y ella me dijo que no, que yo estaba muy estresada. Pero ahora ya me siento feliz, mis hijos me dicen que parece que yo ni estuviera con esa enfermedad. Ahora solo tomo una pastilla al día, antes tomaba tres. A mí hasta aquí nunca me han faltado los medicamentos.
El otro día tuve un problema en un centro de salud con una enfermera de un dentista, ella se enteró y no me quiso atender, pero gracias a otra licenciada me ayudó para que me atienda. Fuimos a hablar con el director y él le dijo a la enfermera, que no tiene que hacerme de menos, que soy una paciente como todas y ahí me atendieron.
A algunas personas sí les rechazan, donde yo vendo una vez nos pidieron unos exámenes y certificados de salud, pero gracias a Dios hasta ahora no me han pedido nada. Es como que nos tienen asco a nosotros.
Una vez que recaí me internaron. Recuerdo que un enfermero le dijo a otro joven enfermero, cuidado a la señora tienes que darle en plato desechable porque ella tiene sida, yo me sentía mal y lloraba, decía porque recaí Dios mío y la licenciada me dijo que cuando lloramos nuestras defensas bajan. Por eso cuando uno tiene problemas, más cuando una mujer se pone sentimental, nuestras defensas bajan.
Sería bueno ir a hablar con el director del hospital, con las autoridades, porque nosotros tenemos derechos, para que no nos hagan de menos, porque todos somos humanos. Hay abogados, doctores, que también tienen nuestra enfermedad y ¿por qué a nosotros como nos dicen de poncho nos ofenden por tener el VIH?
A mis compañeros les digo que tenemos que seguir adelante, no decaer porque sí ellos valen nosotros también valemos, no tenemos que dejarnos.
Mis hijos que están lejos me hacen falta, un hijo que está en Nueva York me dice madre yo no quiero que te pase nada, tienes que vivir y luchar, hasta que yo nuevamente me reencuentre contigo y abrazarnos fuerte.
Yo tengo 59 años, he luchado mucho desde mi niñez y seguiré luchando. Doy gracias a mis hijos que me están apoyando en esta enfermedad, tengo unos hermosos nietos, una nieta vive conmigo y no me deja ni un momento. Ella me sabe acordar de la pastilla, están pendientes de mi medicamento y me apoyan.